Nada más
salir de Castro, hay que enfrentarse a la subida a Campijo. Este tramo se hace
por pista, con continuas subidas y bajadas pero suaves, a veces, paralelo a la
autovía.
Poquito a
poco nos acercamos a la costa, siempre el mar alegra la vista, la vegetación es
abundante, por lo que la senda se hace bastante llevadera. Pero es solo un
espejismo, porque pronto tendríamos por delante un largo y a veces peligroso,
tramo de carretera.
De conversación con la vaca |
Se acerca la
hora de nuestro ya habitual segundo desayuno. El camping es una buena opción,
pero la cafetería aún está cerrada, ¡no podemos esperar!. Preguntamos y nos
indican que subamos a la carretera (supone retroceder) que en el hotel podremos
desayunar. Desandar lo andado no es lo normal, y raras veces lo hacemos, así
que hoy era un día de esos raros que nos toca retroceder. El lugar merece la
pena. En la cafetería nos encontramos con dos peregrinos un poco perdidos.
La
verdad es que en Cantabria, escasean las flechas amarillas, a veces no sabemos
muy bien por donde andamos, pero bueno, ya lo anunciaban así las guías, así que
no nos sorprende mucho.
Con energía renovada,
continuamos, esta vez sí por carretera general, arcenes muy pequeños que hacen
que vayamos, a ratos, incómodos. Unos peregrinos que van delante cruzan la carretera.
Saltando por el quitamiedos, nos adentramos en una zona más segura, las rodadas
que hay tras el arcén derecho. Las vistas vuelven a ser impresionantes con la
ría de Oriñón, desembocadura del río Agüera que forma una zona de marismas.
Mirando
nuestra guía, nos muestra nuevas opciones para llegar al objetivo de hoy:
seguir por la carretera (más corta) o seguir el camino oficial, más larga y con
buenas subidas. Las dudas comienzan a surgir. Hay para todos los gustos. Presen
prefiere la opción corta, se une Sebas con sus problemas de pies y Carmen que
también se decide por la carretera. Alejandra lo tuvo claro desde el principio
y yo, decido subir con ella. Zulema, la chilena, va también por la carretera y
al rato, ya separados e iniciando la subida, vemos a Alván, el francés, que
sigue con nosotras.
El ritmo es bueno, el cielo, muy nublado amenaza lluvia, casi se huele. El silencio del bosque de eucaliptos, lo rompe alguna bocina, pregonando fiestas en alguno de los valles. Pronto cesa y termina por envolverte el agradable olor que desprenden los árboles, la tierra mojada, el silencio. La lluvia comienza en pleno ascenso, hay que sacar los chubasqueros, hace calor y casi que estorban. Enseguida los quitamos. Alván continúa detrás, siempre haciendo fotos. Toca hacer un pequeño descanso para reponer fuerzas, a base de chocolate y plátano. Buscamos “un aseo”, el francés no para y continúa con su ritmo. Unos ciclistas nos avisan que enseguida comenzaremos el descenso. Algo más tranquilas, charlando sobre el resto del grupo, cuando nos pasan tres peregrinos, ligeros de equipaje….decidimos seguir mejorando el ritmo para no perderlos de vista.
Nos ponemos en contacto con el resto, ¡¡ya han llegado al albergue!!, hay que darse prisa, no quedan muchas plazas y no sabemos cuántos peregrinos más pueden ir por delante. Sólo la belleza del valle de Liendo, nos hace parar un momento para contemplar el paisaje. Divisamos la torre de la iglesia a lo lejos…allí tendremos que dirigirnos. Los tres peregrinos que llevamos delante, van muy sueltos, sin apenas peso, ligeros.
No podemos alcanzarlos. Una pendiente nos acerca al viaducto, un poquito más y estamos en las primeras casas del pueblo.
Lo más duro del ascenso, después |
Una plazoleta con una fuente, hace que los tres se desvíen para beber agua. Los
alcanzamos y, esta vez sí, aceleramos el paso. Estamos muy cerca del albergue y
con el resto del grupo ya allí, sería muy triste no tener plaza. Nos avisan que
solo tienen abierto una parte, por lo
que disponen de ¡¡16 plazas!!.
Llegamos, al
fin, y allí está esperando nuestra litera, ¡¡lo conseguimos!!. Lo demás, ya
casi lo de siempre: ducha, buena comida y buena siesta. Después visitaríamos el
valle.
Solo
mencionaré aquí la buena labor de la hospitalera, acercando hasta el hospital
de Laredo con su coche, a un peregrino que tenía serios problemas en un pie.
¡¡Enterico, ñan, ñan!! |
Juntos en Liendo |
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