La primera parte comienza como
ya es habitual en este camino, subiendo y
bajando. El primer ascenso aunque duro, se hace llevadero.
Sabemos que el perfil de esta etapa nada tiene que ver con
los “dientes de sierra” de etapas pasadas, por eso, nuestra marcha es alegre,
pronto tendríamos de nuevo la playa.
El camino se va haciendo intransitable por algunos tramos.
No vemos las señales. Un grupo de peregrinos alemanes se abre paso entre la
maleza….estamos despistados. Alejandra
decide seguir ese mismo camino, nos avisa que hay zarzas y que es
difícil volver atrás por los pinchos. Buscamos hasta dar con una pequeña señal,
el camino, mal señalizado se vuelve algo más transitable. Llamamos a Alejandra,
entretenida con unos potrillos y haciendo fotos. Las vistas desde el alto son
espectaculares. Lo más cercano Laredo y al fondo Santoña. ¡Una gozada!
La bajada tiene tramos muy pronunciados, pero la hacemos
bien. Solo la queja de Sebas, ¡¡dichosas ampollas!!, rompe el silencio. Ya
estamos en Laredo, seguimos sin ver flechas por esta población y tenemos que
preguntar para no perdernos. ¡¡Todo recto!!, un largo paseo que,
definitivamente nos acerca a la enorme playa de Laredo. Esta elección es
sencilla, continuar por el paseo marítimo o quitar botas y seguir descalzos por
la arena de la playa. No hay color, por supuesto. Así que, al agua.
La marea está muy baja, la arena dura y ondulada, pero
recorremos los más de 4 km de playa con los pies por la orilla. Cierto, se hace
eterna, pero disfrutamos mucho.
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¡¡Qué alivio!! |
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Rumbo a Santoña |
Al fin, llegamos a la zona donde se coge el barco hasta
Santoña, lugar elegido para hacer nuestra correspondiente parada. El trayecto
es corto, pero
da tiempo a comprar
anchoas.
Para mí, esta etapa tenía algo más, precisamente allí, en
Santoña. Allí se iba a producir un bonito reencuentro con Ana, compañera de
magisterio en Ávila. No nos habíamos visto desde entonces y de eso pues…hará
unos 30 años. Es difícil verse viviendo ella tan al norte y yo tan al sur. Pero…allí
estábamos. Fue especial, tomamos café y hablamos un ratito. Pero teníamos que
seguir, no acababa aquí nuestra etapa, así que nos despedimos con un fuerte
abrazo, no sin antes indicarnos bien la salida...
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Con Ana, en Santoña |
Casi nos habíamos pasado el desvío de la derecha, un coche
nos pita. Era Ana de nuevo. Nos traía bonito del norte y un pastel típico de la
zona, ¡¡pero qué guapa, madre, menuda comida nos íbamos a dar entre bonito y
anchoas!!.
«El Brusco»
Nos indica el camino correcto, por calle con carril bici y
peatonal….por fin vuelven las flechas amarillas. Nos da tranquilidad. Pasamos
junto al
Centro Penitenciario El Dueso y
vamos camino de la playa de
Berria. Cuatro
km más de playa y, ante nosotros, El Brusco. Su nombre lo dice todo. Una mole
de 83 m, con primera subida arenosa,
difícil. Después el estrecho camino
entre matorral. Las miradas a la playa se suceden.
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En la cima |
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Desde lo alto |
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Playa de Berria |
La cantidad de gente en la
playa se nos antojan hormiguillas. Arriba, vistas impresionantes, por un lado
la playa de Berria y por otro la interminable playa de Trengandín. Al final
Noja, nuestro objetivo.
La bajada del Brusco se hace con cuidado para evitar posibles caídas. La
playa, con marea muy baja, nos enseña sus innumerables rocas. Es curioso
caminar por la playa, de peregrinos, entre la gente tomando el sol y
entretenidos en la arena. El caminar se hace pesado, debido al sol y al cansancio. ¡¡Noja parece no llegar nunca!!.
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Culazo, bajando El Brusco |
En esta localidad turística 100% no hay albergue de peregrinos, así que,
tocaba dormir en hotel, reservado desde hacía más de un mes. El resto, es sencillo de saber. Comida,
descanso, paseo para conocer el lugar, cena
temprana ¡¡y a la cama!!.
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Plaza de la Villa. Noja |
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¿Dónde están las rocas de esta mañana? |
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