viernes, 15 de agosto de 2014

4. DEBA - MARKINA-XEMEIN



Por la tarde, revisamos la etapa del día siguiente. Al leerla, algo corría por nuestro interior: Etapa de montaña, pura y dura. 24 km por delante que, sin duda nos iban a resultar complicados. Nos alejamos del mar y con solo mirar el perfil, asusta. Las agujetas estaban presentes, mi intuición me decía que mi rodilla sufriría…
Salir de Deba fue fácil gracias al nuevo albergue, solo teníamos que cruzar la ría y adentrarnos monte arriba. 
La hospitalera nos avisó de varias cosas: que habría barro, nos señaló una especie de antena bien lejos y bien alta, ¡¡por allí tenéis que subir!!, y que tuviéramos cuidado, ya que algunas flechas estaban borradas por esas extrañas peleas y disputas entre pueblos vecinos porque el camino pasara por sus calles.
Cualquier error podía costarnos caro (en más kilómetros). Tuvo la amabilidad de darnos un mapa para indicarnos bien la ruta, ¡¡graciaaas!! Que nos conduciría a la Ermita del Calvario. A partir de allí no tendríamos problemas.
Era sencillo, en vez de flechas amarillas, pues a seguir pintura negra….utilizada para despistar al peregrino, increíble.

"El Calvario"

A voces tuvimos que llamar a dos peregrinos que se pasaron, la señal que indicaba que había que abandonar la carretera no estaba visible, ni con pintura negra, era fácil despistarse. Al fin vuelven, al fin la Ermita del Calvario, y eso fueron estos primeros km, un auténtico calvario.
Pero ahí seguíamos, tocaba bajada y recuperar, el tiempo muy nublado y amenazador. Camino de Olatz nos cruzamos con tres peregrinas, volvían a Deba, se habían enterado de que estábamos en alerta naranja por fuertes tormentas y no quisieron arriesgarse a seguir subiendo. Nuestro grupo siguió como estaba previsto. El objetivo era ahora la llegada al bar de Olatz, había que descansar y tomar algo.

El pueblecito muy pequeño, se veía muy solitario, las dudas sobre si el bar estaría abierto o cerrado se disiparon enseguida: ¡¡cerrado!!, nooooo. Decidimos parar a tomar chocolate y frutos secos, comienza a llover, hay que resguardarse y ponerse el chubasquero. Seguimos. Ascendemos por pista donde solo cabía un coche, en pleno ascenso entramos en Bizkaia, casi ni nos enteramos ya que no vimos señalización ninguna.

Te puedes encontrar con esto
El fresquito hacía algo más llevadera la subida, catalogada de «rompepiernas», aunque las piernas ya llevaban rotas bastante rato. Subidas y subidas, sin apenas darnos respiro, bajadas peligrosas por la lluvia, charla animada para ver que nos encontraríamos al final, pero no hay tiempo de nada, una subida brutal se nos presenta y hay que afrontarla, en estos casos cada uno va a su ritmo, al final siempre hay reagrupamiento, esta vez al terminar el ascenso, nuestro grupo un francés, una chilena y un polaco paramos a descansar, había dejado de llover, hacía frío.
Merecido descanso
Nos quedaba afrontar el último tramo, no hay tregua, ¡¡vamos rodillica, ahora noo!! Un fuerte dolor me estuvo acompañando en cada paso de cada bajada. Pero recuperaba muy bien en llano y ascenso El que iba fatal era el polaco, caminaba solo, despacio, la rodilla derecha era un poema, Alejandra caminó con él por si necesitaba ayuda, estábamos en medio de la nada, ¡¡como para una emergencia!!, salieron antes que nosotros.

Subir


Bajar. Carmen siempre la primera cuesta abajo

 
Aviso de bajada peligrosa al final para llegar a Markina, vuelve la lluvia, vuelven los chubasqueros y vuelve el peligro. Nuestras botas tienen buen agarre, la carretera en un fortísimo descenso está preparada para no resbalar, se agradece, pero es un poema para casi todos, ver bajar a algunas peregrinas de nuestro grupo era para echarse a reir…o llorar, optamos por la risa y conseguimos pasar un buen rato, de Alejandra y el polaco, ni rastro, se ve que la compañía le dio alas al muchacho y el sufrimiento fue algo más leve. Llegamos al albergue y allí estaba, en la puerta. NO QUEDAN PLAZAS. Muy bien, vuelta a llover, muy bien, vamos a buscar un albergue privado, en Markina sí que había y allí fue. Llegamos al albergue Augusto. A partir de ahí todo un espectáculo, alucinante. Nos abre Belén, la hospitalera, nos acopla en las habitaciones, recoge nuestra ropa para lavarla, nos lleva la mochila, en fin, la tarde que pasamos allí casi merece un capítulo aparte. Xuxo nos vendió sidra, queso y chorizo. Con estos ingredientes nos prepara la cena a la que se unió un bicigrino: chorizo a la sidra (buenísimo), patatas rellenas con queso de cabrales y ala, ¡¡todos a cenar!!, entre cansancio, risas y la conversación animada y alegre de Belén, que ¡¡estudió en El Ejido!! Todo atenciones. En fin, un encanto.

La tarde enterita en el albergue pues la lluvia seguía y el cansancio era mucho, así que no hay más. Esa noche, dormimos como niños…
Siguiendo atentamente la propuesta de Xuxo

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